"Y no te olvides de algo que se adivina en la vida , y es que la vida misma es un milagro de amor"
 
HISTORIA PARA UNA “PELI” A PARTIR DE UNA ESTROFA DE UNA CANCION DE JAIME ROS.
LA ESTROFA: "Y no te olvides de algo que se adivina en la vida , y es que la vida misma es un milagro de amor"

Basada en hechos reales.
Fabricio, es un italiano de noventa años. Por alguna razón cuando se aproximan las celebraciones de Nochebuena y Navidad, siempre nos cuenta alguna historia conmovedora.
El tuvo la desdicha de sufrir la última guerra mundial.

La historia de ayer fue maravillosa.
Cuenta que estando en un pueblo de Rusia, ya en retirada; en medio de casas destruídas, aviones sobrevolando y con cuarenta grados bajo cero de temperatura; el único pensamiento que lo guiaba mientras caminaba entre la nieve, era llegar a su pueblo natal, Lecco.

Hacía días que no encontraba nada para comer ni beber. Ya había probado con la nieve, pero le llagaba los labios. Sus uñas se habían congelado; a pesar que envolvía sus manos con jirones de ropa. Hacía mucho tiempo que no sabía lo que era estar cobijado bajo techo. Ya no tenía fuerzas.

A pesar de todo, él seguía caminando, sentía que alguien lo protegía y lo guiaba. Fueron muchos los compañeros que quedaron en ese lugar.
Al llegar a una casa que parecía estar habitada, golpeó con mucho miedo; pidiendo ayuda.
Lo recibe un matrimonio mayor que lo deja pasar. Después de darle comida y arroparlo; la señora le muestra una foto de su hijo, al que están esperando con ansiedad.
Fabricio no sale de su asombro, cuando reconoce en la foto a uno de los tantos que murieron en el frente de batalla. ¿Cómo decirles que su hijo ya no volverá? Pero debía hacerlo.

Desde el momento que se enteran que perdieron a su hijo; cuidaron de Fabricio, como si fuera su propio hijo; a pesar de haberlo perdido a manos de italianos y alemanes.
Ya había terminado esa locura, ya no había enemigos, todos eran iguales. Todos estaban sufriendo la destrucción, la búsqueda de los seres queridos, el hambre, la tristeza de la crueldad vivida.
Le curaron las heridas, lo alimentaron, lo arroparon, y le permitieron quedarse en la casa por varios días. Cuando se sintió recuperado, lo guiaron cómo seguir hacia su pueblo natal. Y emprendió el regreso.
Sin duda, le salvaron la vida. Fabricio pudo regresar, y hoy puede contar esta historia; que él dice que fue un milagro de amor. Y aunque pasaron sesenta años, ha quedado en su corazón; y también en el de todos los que ayer tuvimos la dicha de escucharla.
CATERINA.- Montevideo.-